LG- De nuestra querida CR

Request #7: Una historia sobre la relación de los ticos de LG.
Para: Tamayo-chan

De nuestra querida Costa Rica

El camino al cole no es tan malo; lo malo es tener que ir a clases después. Haga frío o calor, me gusta irme caminando despacio, aunque sepa que voy tarde.

Rafa casi siempre se viene conmigo, pero todo el tiempo se va quejando de que nos van a poner tardía otra vez y esas varas. A veces me pregunto por qué no se adelanta y me deja caminar a mi ritmo y llegar como buen tico (o sea, tarde).

Además, es divertido encontrarnos con nuestros compatriotas, que generalmente van tan tarde como nosotros.

–¡Pero nos van a poner tardía otra vez! –se queja Rafa por enésima vez–.  ¡Y ya es la quinta de esta semana!

–¡No es mi culpa que los profes no nos entiendan! ¡El tico siempre llega tarde! ¡Es parte de lo que somos!

¡Es cierto! ¡Los profes deberían tener en consideración las particularidades de cada país a la hora de evaluar la puntualidad y la conducta! ¡No pueden pedirle a un tico que llegue temprano! No tiene razón de ser.

Y en esas pudimos haber seguido si, de un momento a otro, no nos hubiera caído todo el peso de una persona encima de los hombros… ¡Como si no tuviera suficiente con el bulto!

–¡¡Hola!! ¿Todo bien? –dice Alberto, que no parece tener la más mínima intención de soltarnos–. ¿Hicieron la tarea? ¡A mí se me olvidó! ¡Cualquier vara, no es para hoy!

Me le quedo viendo extrañado, y luego a mi hermanillo.

–¿Había tarea?

–Eh… Sí –responde Rafa–, te la recordé toda la noche.

–¡Pues yo estoy de acuerdo con este mae! –señalo a Al mientras me río, de lo más tranquilo–. ¡No era para hoy!

–¡Así es la vara! –responde el mae, guiñándonos un ojo, pero todavía sin soltarnos–. Y por cierto, para el examen sí que no podemos decir que no era para hoy.

–Eh… no… Pero para eso existen las buenas técnicas de copiado, como sentarse detrás de mi hermanillo… o las de bateo múltiple.

–¡Pero la última vez casi nos agarran! –reclama Rafa. ¿Por qué él siempre tiene que encontrarle lo malo a todo?–. ¿No podés probar estudiar por una vez?

–Eh… No.

Sí… Siempre han dicho que yo no tengo vergüenza para nada; pero Alberto no se queda atrás. O sea, la mitad de la clase sabe, o al menos sospecha, que yo le copio a Rafa. ¡Pero este mae se pasa de fresco, explicando cómo se aprovecha de las desventajas de la profe para copiar; además de las básicas de anotar cosas en el pupitre o en la pared mientras uno se termina de alistar para el examen!

Bueno, cada uno con sus técnicas, ¿no? A mí me conviene más dejar que Rafa estudie. A la hora del examen, él empieza a responder el suyo con lápiz, mientras yo respondo las preguntas que me sé por cultura general. Después, cuando el profe está distraído, intercambiamos exámenes. Yo me dedico a pasar en lapicero las respuestas de Rafa (para que no se atrase, y para que vean que estoy haciendo algo); mientras él llena lo que a mí me hace falta (algunas preguntas bien y algunas mal, para no hacerlo demasiado obvio)… ¡Y listo! Él me devuelve mi examen; yo le regreso el suyo… Todos felices: Él sale bien, como siempre; yo… lo suficiente para pasar; y nadie se da cuenta. ¡Es la perfecta situación ganar-ganar!

–¿Y qué tienen que hacer después de clases? –pregunta Al después de un rato–. ¿Por qué no vamos a su casa?

–¿Por qué mejor no caemos donde Fran? No creo que a ella le moleste…

–¡Cuidado, que voy tarde!

¡Y hablando del Rey de Roma! ¡Miren quién viene corriendo para acá!

Rafa se quita de en medio, pero Alberto y yo nos quedamos justo donde estamos, bloqueando el paso de Francisca, que casi nos bota, por lo rápido que viene siempre. Casi termina en el piso, la pobre, por el frenazo que la obligamos a dar. Pero bueno, somos dos contra una, logramos detenerla.

–¿Por qué tan rápido, cariño? –le pregunto, mientras me aseguro de que no se nos vaya a caer. El chiste tampoco es que se haga daño, ¡si yo a Fran la quiero mucho! ¡Ella es la hermanilla que siempre quise y nunca tuve!

–¿Cómo que por qué? ¡Si voy tardísimo!

–¡Ay, tan linda ella! –me rio un poco. ¡Es que es inevitable!– Tranquilidad, Fran, que todo el mundo aquí va tarde, y no ves a nadie corriendo, ¿o sí?

Ella se nos queda viendo a los tres por un momento. Alberto y yo le regalamos nuestra mejor sonrisa, mientras mi hermanillo nada más baja la mirada, como diciéndole que él no tenía nada que ver con eso. ¡Ay, Rafa! ¡Si todos sabemos que no puede negar su esencia tica! ¿Por qué más seguiría con nosotros y no había llegado temprano?

–Entonces… ¿de qué hablaban?

Fran empieza a caminar junto con nosotros entonces, abrazando mi brazo derecho por un lado y el izquierdo de Al por el otro. Otra de nuestras características más comunes: entre amigos solemos ser pegas… y nos gusta acaparar toda la acera para caminar.

–No mucho –responde Alberto, con su tranquilidad característica–. Solo que nos vamos a caer a su casa después de clases.

–Ok –dice ella… bastante obvio que iba a estar de acuerdo–. Pero que sea de traje –condición válida, ya que nos estamos autoinvitando–. Y "traje mi presencia" no se vale esta vez, ¿eh? –le lanza una mirada asesina a Al.

Si ya lo dije: el mae a veces puede ser más descarado que yo… y eso ya es decir mucho.

–Y… ¿hicieron la tarea? –vuelve a preguntar Fran, mientras seguimos caminando con toda la paciencia del mundo. De por sí, ya vamos tarde.

–Ehm… –mi hermanillo carraspea un poco, pero no responde del todo.

Y entre Alberto y yo hacemos una especie de mezcla entre "No había tarea" y "No era para hoy", que suena medio extraña pero, por la cara que pone la doña, seguro que entiende bien, porque solo se vuelve y le dice a Rafa:

–¿Qué vamos a hacer con ellos?

A lo que mi hermanillo simplemente replica:

–No sé vos, pero a mí, de momento, me toca aguantarlos y conformarme por cumplir con lo mío… Vivo con uno de ellos, después de todo.

–Mae, Rafa, yo también te quiero… –le digo, mientras paso un brazo alrededor de sus hombros, para agarrarlo y despeinarlo con la otra mano.

–¡Juanca! –me reclama, pero igual no le presto mucha atención.

Ya llegamos a la entrada del cole… Solo unas gradas, una puerta y ya estamos en clases. ¡Mae, qué pereza! De solo pensarlo, ya se me agüevó el día. Pero, bueno, el camino al cole no puede ser eterno.

Fran se adelanta un poco, pero antes de entrar, se vuelve hacia nosotros desde el final de las gradas.

–Ok. No voy a decir nada de la tarea, pero espero buena comida para la tarde, entonces… De parte de los tres.

Y así empieza un día como cualquier otro. Esa es la mejor parte, antes de empezar con las regañadas por llegar tarde, no hacer la tarea, comer en una que otra clase y dormir en otras… y el dichoso examen de Ciencias, que realmente espero que Rafa haya estudiado, porque no garantizo que me acuerde de mucho para hoy.