Juntos

Juntos

Recordaba aquel momento: Ya había dejado de llorar; no tenía sentido hacerlo más. Llenó sus bolsillos con las rocas más pesadas que había encontrado en los alrededores del lago y había comenzado a caminar lentamente hacia el interior.

Lo había pensado muy seriamente. No había más que hacer.

Esa mañana escribió lo más cercano que pudo hacer a un testamento (no era mucho lo que le quedaba en cualquier sentido). Después, se puso sus mejores ropas (moriría fiel a su estilo, aunque a nadie le importara en realidad) y finalmente se encaminó hacia el lago.

El agua estaba helada, pero eso importaba poco. Sabía que lo estaría en esa época del año; en parte por eso había decidido ir a ese lugar. Eso solo aceleraría el proceso.

No había tardado mucho en tener el agua llegándole casi hasta el pecho. Un paso más y se hundiría por completo. Conocía el lugar; había estado ahí cientos de veces durante toda su vida.

Sin embargo, cuando iba a dar el paso, escuchó su voz.

No estaba ahí. Nunca más lo estaría. Se había ido para siempre...

No obstante, podía escucharlo como si estuviera ahí, junto a él, tomando su mano como había hecho durante los últimos años.

“No te rindas”, le decía. “No te voy a soltar. Estoy contigo. Estarás bien. Esto no es lo más grave por lo que has tenido que pasar, pero lo enfrentaremos juntos, como siempre. Solo tienes que confiar en mí y las cosas se arreglarán a su tiempo. Confías en mí, ¿cierto?”

Sonrió levemente, mirando hacia la orilla lejana. Él siempre había tenido las palabras exactas para hacerlo sentir mejor, por difíciles que fueran las situaciones.

Comenzó a retroceder. ¡Él quería que luchara por su vida!

Salió del agua, y aunque afuera todo seguía viéndose tan negro como cuando entró, continuó su camino de vuelta a casa.

Después de todo, tenía razón. A pesar de las circunstancias, mientras lo recordara, estaría a su lado... Y mientras fuera así, seguirían superándolo todo juntos.